Diógenes Marín: Finca ecológica La Nueva Jerusalén

Diógenes Marín: Finca ecológica La Nueva Jerusalén

Con gran orgullo y desde el año 2010, este agricultor de Sarapiquí decidió proteger para sus hijos y las nuevas generaciones 3,3 hectáreas de bosque de su finca de 12 hectáreas, mientras el resto lo dedica a  actividades agropecuarias, principalmente palmito y potrero. Además, cuenta con frutales, yuca, chanchos, vacas y otros, pero manejados de forma orgánica, es decir, con los desechos de la propia finca produce un abono orgánico conocido como bacache, elaborado con carbón, granza de arroz, estiércol de animales y demás. 

Diógenes se define a sí mismo como un hombre de fe, un cristiano que no se conforma y lleva su fe en Jesucristo a la acción a través de la incorporación de prácticas ambientales amigables con el medio ambiente. Siendo joven, viajó a Estados Unidos para trabajar y se mantuvo alejado de los vicios, y sobre todo del consumismo, con lo que logró ahorrar en tres años el dinero para comprar la finca que es el sustento de su esposa e hijos.

En total 3,3 hectáreas de su propiedad resguardan la riqueza forestal a través del programa estatal de pago por servicios ambientales. En este caso, un programa de protección que no permite cortar nada, asegurando protección absoluta durante un período de años establecido y un pago anual por hectárea.

A través de los años ha venido limpiando su finca de agroquímicos, con el objetivo de  desarrollar un producto con mayor valor agregado y más sano, ya que los productos orgánicos son más saludables para el consumo humano.

A sus 48 años, este agricultor se siente seguro de sus decisiones y comenta que la gente utiliza los agroquímicos para hacer más fácil y rápido su trabajo, pero sin pensar en el daño que le hacen a la tierra y a los consumidores. 

Gracias al apoyo de diversas organizaciones e instituciones como el MAGAsirea y la Universidad Nacional, entre otras, ha aprendido que la diversificación de los cultivos abre nuevas oportunidades de ingresos durante las diferentes épocas del año. Su ejemplo ya está siendo seguido por otros finqueros que también siembran palmito y, junto a él, comienzan este proceso de manejo orgánico de sus cultivos.

Explica que el sistema de pagos ambientales no permite cambiar el uso al bosque, lo que asegura su protección. 

Hoy, este responsable agricultor ve el futuro con optimismo y ha construido un rancho rústico para recibir turismo agroecológico a corto plazo. Su mente abierta e inquieta visualiza y da los primeros pasos hacia nuevos negocios, siempre enfocados en la protección de la tierra y sus frutos.

Randall Araya
Periódico El Independiente

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