FINCAS ORGÁNICAS INTEGRALES AVANZAN EN POCOCÍ

FINCAS ORGÁNICAS INTEGRALES AVANZAN EN POCOCÍ

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 Fincas Orgánicas reciben apoyo estatal, pero adolecen poco interés cultural y altos precios para sus certificaciones

El creciente interés que ha mostrado el mercado con respecto al consumo de productos orgánicos ha generado un nuevo nicho de negocios que muchos pequeños productores están llenando, con el apoyo de programas de ONG’s y del gobierno. Justamente uno de estos programas se desarrolla en la comunidad de Ticabán de Pococí, bajo el auspicio de INDER y el apoyo de instituciones como el Servicio Fitosanitario del EstadoIMAS y otros organismos afines.

Según nos relata la señora Sonia García, una de las productoras beneficiadas, el proyecto aplicado en Ticabán lo conforman de 20 a 30 propietarios de fincas y ha sido una labor llena de los altibajos propios de quienes abren brecha en una nueva forma de producir.
Barreras como la edad promedio de los productores (en muchos casos adultos mayores), el arduo proceso de certificación, el poco acceso al transporte —tanto para ellos como para su producción— y el escaso interés de parte de los productores para educarse en materia de agricultura orgánica para romper con el uso de los agroquímicos, han dado al traste con muchos de los beneficiarios, por lo que el arduo trabajo también ha servido como filtro vocacional.
Debido a esta problemática el INDER mantiene abierta la invitación a los parceleros que deseen integrarse al Sistema de Finca Integral por medio de más de veinticinco capacitaciones, que abren la ventana de esta modalidad agrícola a todos los productores que deseen entrar a este creciente mercado.
«Esto es una lucha constante» nos relata doña Sonia, quien también forma parte de la Asociación de Agricultores Orgánicos, ente que vela por una mejor coordinación en cuanto a las necesarias capacitaciones en este campo por medio del sistema «Aula Verde». Y es que aunque muchas organizaciones brinden ayuda para sacar la tarea, aún queda mucho terreno árido.
En este caso, por ejemplo, falta capital de trabajo, porque aunque se ha demostrado la rentabilidad del producto resultante como un atractivo comercial de justificación orgánica —como en el caso de doña Sonia y sus abonos orgánicos— , los análisis físico químicos necesarios para lograr las certificaciones y los datos que deben ir en el etiquetado son sumamente caros y tienden a ser un tropiezo para que los productores puedan evadir la intermediación y con ello lograr utilidades razonables.
Pero los productores e instituciones siguen dando la lucha y limando aristas en pro de lograr que el programa orgánico sea regla y no excepción en la materia alimentaria de nuestro país. Los productores cuentan hoy con ARAO, un sistema integral del Servicio Fitosanitario del Estado que les da la mano por medio de la Certificación de Productor Orgánico, que les brinda asesoría individual para el control de plagas en sus cultivos.

Además cuentan con el apoyo del IMAS que los capacita para que la presentación, etiquetado y comercialización de sus productos sean atractivos al consumidor. Este tipo de producción, aunque fue la primera en existir es un mundo nuevo después de tantos años llenos del abuso de agroquímicos. «Esto es una lucha constante – nos dice doña Sonia – pero una lucha que vale la pena» y a nadie le cabe duda que es cierto.

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