JAIME GONZÁLEZ DOBLES LA HISTORIA DE UN EDUCADOR HUMANISTA

JAIME GONZÁLEZ DOBLES LA HISTORIA DE UN EDUCADOR HUMANISTA

Jaime González Dobles es un renombrado académico universitario, con estudios en

Europa y familiar, nada más y nada menos, que del expresidente Cleto González Víquez y  el escritor Fabián Dobles.

Habla con candor, a veces se le suelta una mala palabra, pero ante todo irradia franqueza. Ocupó todos los puestos de dirección habidos y por haber en la Universidad de

Costa Rica, pero su principal orgullo es tener la capacidad de explicar conceptos  filosóficos complejos como si le estuviera hablando al panadero de la esquina.

Nació en San José en 1938, en una casa a 300 metros del Colegio de Señoritas. Su  familia por parte de padre tuvo cierta experiencia política: su bisabuelo Daniel González Pérez fue tres veces diputado, y su tío abuelo Cleto González Víquez fue dos veces presidente de la República.

Los González siempre fueron pobres porque los políticos de esa época no eran unos estafadores como los de ahora, que gobiernan para ver qué roban, ellos vivían de su salario, nos recuerda.

La familia de su madre tuvo cierta solvencia económica, por algo su abuelo hizo su doctorado en Medicina en Nueva York. Era del criterio de que en San José sobraban médicos, que donde se  necesitaban era en los pueblos.  Por andar de un lado para otro ejerciendo su profesión todos los tíos de Jaime nacieron en lugares distintos del país.

“Mi mamá se casó viejita, a los 32 años y mi papá, que le llevaba 10 años, era un atorrante que gastaba el dinero en lo que no tenía que gastar.

Ellos la pasaban con un sueldito pinche, éramos los pobres de la familia, aunque los Dobles tuvieran más recursos”, recuerda entre risas.

A los 12 años se fue a un internado en  el seminario menor en San Cristóbal norte;  luego pasó tres años  en Tres Ríos y los últimos dos fueron en el seminario mayor de filosofía.  Desde su estancia en San Cristóbal mostraba muy buena disposición para el estudio, aunque siempre fue un vago para todo lo demás.

Su madre era muy religiosa, y por ella se metió a monaguillo, lo que lo motivó posteriormente a estudiar para cura. Pero antes,  le comentó a su papá que quería trabajar con él en topografía, a lo que él respondió que debía manejar logaritmos. Entonces el pequeño Jaime pidió el consejo de su tía, quien trajo a colación una frase de su abuelo Daniel González, que decía “las matemáticas son algo que hay que aprender de la vida, no de los números,  hay que apreciar las relaciones entre las matemáticas y las lógicas de la vida”. No dudó en involucrarse con su padre, y terminaba haciéndole los cálculos de los datos que traían los ingenieros. “Con 9 años mi papá me daba plata y ganaba más que una secretaria”, rememoró no sin cierta nostalgia.

Le tomó cariño al padre Alfaro, uno de sus  primeros mentores, con quien departía en las vacaciones junto con otros compañeros. Él lo mandó a terminar su carrera sacerdotal en Roma, pero lo rechazaron porque no podía estudiar teología hasta cumplir 21 años y él tenía 20.

Cuando estaba en el colegio consideraba que la ciencia más horrible de todas era Ciencias Sociales, la capacidad de memorizar fue uno de los defectos de su cerebro pero curiosamente en

Bélgica fue electo como el presidente de la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos donde le correspondía organizar charlas con cientistas sociales. De ahí surgió su interés por la sociología, la antropología y la psicología.

Como el padre Alfaro lo fue preparando para ser profesor, estudiaría primero el bachillerato en Psicología Educativa, pero por asuntos de la vida terminó haciendo estudios de maestría en Sociología en países en desarrollo.  Recién llegado al país conversó con Víctor Brenes, quien le dijo que aplicara para impartir ética, y ante el llamado que le hicieron a su amigo para asumir como ministro de Educación, Jaime González terminó  tomando los cursos de su colega.

“Comencé a dar cursos en la universidad a tiempo completo, trabajé en la mayoría de facultades y en la mayoría de carreras. Di un curso en teatro, y la gente de Bellas Artes me propuso de decano sin ser artista. Es curioso, porque cuando me propuse ganar algo perdía, pero todo lo que gané fue porque otros me instaron” recuerda emocionado.

Visión ética y filosófica

Muchas décadas de estudio de la historia del pensamiento filosófico le da a Jaime González la autoridad para explayarse sobre su propia visión de mundo, que es sincrética e integradora de muchas ideas y culturas.

Entre ellas rescata el pensamiento de la india y su concepto de karma, que para él son las cualidades de una persona que renacen en las personas que van después. El karma va en la formación que uno le da a sus hijos. Si se trata de forma amable a sus hijos, la buena disposición de vida que va a tener esa persona es parte del karma.

Este es un aporte histórico que se da de forma individual pero que se traslada de una persona a otra. Toma como ejemplo el karma musical, que  según su criterio es imposible entender a Mozart sin escuchar a quienes los precedieron y antecedieron.

Lo importante del ser humano es que está en un aquí y en un ahora, y eso es lo que estudia la ciencia. Aprovechar ese aquí y ahora para inventar algo que no está aquí y ahora es el reto de la mente humana, que no es del todo racional, sino integral, pues parte desde el cuerpo y no solo desde la razón.

Lo importante del ser humano no es lo que piense, sino lo que exprese, lo que saque de sí mismo que cree algo nuevo. El problema serio del ser humano es manejar la expresión humana, cuyo elemento más importante es generar innovación.

De las dos fuerzas que tiene el universo, el cosmos y el caos, la más importante es la segunda ya que es la que aporta creatividad. Desde su punto de vista la libertad es caótica.

Establece una diferencia entre el industrial el artista, donde el primero pone todos sus esfuerzos en producir para generar dinero, mientras que el artista busca expresar y decir nuevas realidades.

”Van Gogh hace cuadros ridículos y mal pintados. ¿Y por qué a uno le llaman tanto la atención? Ellos expresan un sentimiento artístico que no expresan todos los que hacen una copia perfecta de la naturaleza. En Van Gogh uno siente la montaña”, subrayó.

Para Jaime González, la  ética es el arte de hacer lo humano, según la perspectiva del filósofo alemán Eric Fromm. Insiste en no confundir la ética con la moralidad, que consiste en códigos prefabricados, algo así como los libros “best sellers” sin substancia. La ética, en cambio, es alcanzar la convivencia donde se exprese lo mejor de uno mismo compartiendo con lo mejor de otro; esto genera un “plus” que conduce a relaciones sociales sanas que busca trascender el yo.

Está en contra de caer en el “moralismo estúpido” y aboga por una moral que tenga una profunda significación humana, en consonancia con la búsqueda del sentido de la existencia. Si estamos en una realidad de verdades relativas, no es válido plantear valores morales absolutos.

“Estamos en un proceso de ir haciendo, por eso es importante concretar, que es crecer en conjunto. Yo no concreto nada si eso no se relaciona con todo lo que esté implicado.”

Ir más allá de la individualidad es un reto para el ser humano y un pilar de la ética, una ética que incorpore a los demás sin olvidar las cualidades propias de los individuos.

Ser humano es parte de la materia, que es acción, cambio. Este cambio puede ir al lado positivo, que llamamos bien, aunque no sepamos totalmente qué es el bien. De acuerdo con su opinión,  solo podemos comprender pedazos de la realidad. Los valores son lecturas de “pedacillos” de la realidad. La búsqueda del bien es un collage que no se sabe cómo organizarlo.

Cada quien lo acomoda sus visiones de mundo en jerarquías o en un orden particular, que puede distar de un individuo a otro.

Para él, pensar éticamente es muy difícil porque hay que hacer valoraciones muy sensatas lo que generalmente se desarrolla en la vejez, “cuando uno no puede hacer nada”, expone entre risas. El aprendizaje en la vida es ensayo y error, o como Jaime diría, “uno aprende mejor cuando mete las patas”. La ética, según su visión, está ligada a aprender a leer la realidad desde un punto de vista parcial y en constante hacer.

 

“Uno aprende mejor cuando mete las patas”

Jaime Gonzáles

 

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