La diversificación de la economía costarricense iniciada durante los años 90, incorporó una serie de actividades al perfil productivo de Costa Rica. Empresas basadas en servicios como lo son el turismo y la tecnología se convirtieron en los nuevos protagonistas del desarrollo nacional.
Sin embargo, para gran parte de la zonas fuera de la gran área metropolitana la producción de riqueza sigue ligada íntimamente a la producción agrícola. Ésta se manifiesta principalmente en forma de monocultivos extensivos destinados mayoritariamente a la exportación (como lo es el cultivo del banano) y que son el además la primera fuente generadora de empleo. A manera de ejemplo, el Censo Agropecuario del INEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) de 2014 indica que de 9 008 fincas registradas en la provincia de Limón, 3 570 tienen como actividad primordial la producción de frutas (Ver gráfico) El área total que reúnen las fincas registradas en la provincia de Limón es de 259 334 hectáreas, lo que representa un 10,7% de la superficie cultivada a nivel nacional (240 6418,4 ha). Sobre este punto, se debe mencionar al cantón de Sarapiquí, que por sí solo posee 123 544,6 ha distribuidas en 2 915 fincas en explotación, lo que equivale al 5,1% de la superficie cultivada a nivel nacional. Lo anterior coloca entre los cantones de mayor extensión de uso agrícola del país.
La ganadería constituye la segunda actividad agropecuaria de la región. En la provincia de Limón, 2 713 de las fincas registradas señalan a la producción ganadera como actividad principal estando la mayoría ubicadas en el cantón de Pococí. En 2014 el número de cabezas de ganado vacuno rondaba las 120 000 (alrededor de un 9% de un total nacional de 127 881,7) A su vez, el 55% de éstas se dedican a la producción de carne, siendo la producción de lácteos una actividad que cubre el 11% del total de los animales censados. Sin embargo ganadería de doble propósito es de un 33%.
En un futuro, el reto para la región del Caribe incluido el cantón de Sarapiquí consistiría en diversificar la producción agrícola, creando encadenamientos productivos y efectuando prácticas agrícolas que den un valor agregado a su producción, así como crear una infraestructura que la vuelva competitiva. Esto abriría las posibilidades a nuevos productos y mercados a nivel nacional e internacional. Lo anterior, aunado a la posición estratégica del litoral del Caribe costarricense, podría convertir a la región en un nuevo motor del desarrollo nacional.